23.7.09

¡Felices 6 Meses!

Hola, soy Camila. Hace 6 meses exactamente, puse el primer post en este blog. Queremos Agradecer a cada persona que ha pasado por este blog. Gracias a todos los que esperan por los capítulos. Ustedes nos hacen seguir escribiendo, nos hacen sentir que lo que escribimos vale la pena.

14.7.09

Capitulo 15 : Confesiones de medianoche

Relata Joe

Desperté en la penumbra, completamente lúcido y con un vacío en el estómago, que gruñía incesante por comida. Me acerqué a la ventana y corrí la cortina para ver que la luna brillaba en su punto más alto. La intensa luz nocturna alumbraba las paredes y hacía resplandecer todas las cosas en la habitación en que estaba.


Eran demasiadas cosas en qué pensar como para dormirme. Dos días antes, todo era perfectamente normal. Un día antes, aquello que creía confiable se había desmoronado. Y sólo ocho horas antes, ya tenía alguien más en quien confiar.


Sofía dormía apaciblemente en la habitación del lado. Estábamos en la casa de sus padres, y no tenía la menor idea de porqué. Pero no importaba. No mientras ambos estuviéramos a salvo.


Traté de volver a dormir, pero al tenderme en mi cama, el vacío retumbó y me aplastó, incitándome a bajar a la cocina con una... ¿Vocecita?:


-"Joooseph..."

-¿Sí?

-"Joooseph, baaaja a la cociiinaaa."

-Pero...

-"¡Te dicen que bajes! ¡Ahora!"


Muy extraño. Pero, efectivo.


-Si tú lo dices...


Me levanté en silencio y me dirigí a la puerta a tientas, buscando el pomo.


La escalera crujía bajo mi peso, aún cuando trataba de ser lo más silencioso posible para no despertar a nadie. La madera era helada, aunque la noche fuera más calurosa de lo que estaba acostumbrado. Doce escalones hasta el piso de baldosa. Eso era todo. De todas formas, tardé una eternidad en bajar.


Muchas cosas habían pasado durante la tarde. Para empezar, después de la tarde que pasé traspasando historias con Sofía, tuve la desafortunada suerte de conocer, de improvisto, a sus padres. Fue algo así:


-"Joe, tengo malas noticias."-Gritó desde la habitación de sus padres.

-"¿Cuáles?"

-"Mis padres acaban de llegar y están entrando a la casa en este momento. Apaga todo y prepárate para la guillotina."

-"¿Por qué? ¿Pero cómo...?"

-"¡¿Qué es todo este desastre?! ¡Sofía!"

"Reza por mí" leí en sus labios.


Y bajó con una expresión en el rostro de condenada a muerte que no se resigna al final. No esperaba regresar con vida.


Agudicé el oído, tratando de escuchar algo. De nada sirvió. Sólo oí un portazo y un montón de frases ininteligibles. Luego, silencio.


Pasé un minuto de expectación y tortura esperando que Sofía subiera y dijera "Todo está bien", lo que nunca pasó. Incluso llegué a pensar que lo de la guillotina era cierto. De repente, una voz que nunca había oído, una voz femenina muy parecida a la de mi amiga, pero más adulta, me llamó dulcemente. Bajé con la cabeza encogida y los ojos cerrados, creyendo que ahora era mi turno de morir.


-"¿Ves lo que te digo?"-Dijo... ¿Sofía?


"¡¿Sigue viva?!" Pensé.


-"Oh, por dios, es cierto."-Murmuró la voz de mujer.


-"¿Joe...? Jonas?"-Preguntó otra voz, esta vez de hombre.


Abrí sólo un ojo, para percatarme de toda la gente que había frente a mí. Tres rostros, entre ellos uno ya conocido.


-"Mamá... Papá... Joe."


Su madre se le parecía mucho. Su padre igual. Era una mezcla de los dos. Ambos estaban anonadados con mi presencia, mientras que ella sonreía nerviosa, como yo.


Me conocían por el fanatismo excesivo de su hija, como me explicaron más tarde exactamente con esas palabras. Habían discutido el asunto susurrando, para asustarme por todo el silencio. En ese momento quise ahorcar a Sofía con mis propias manos, ya que la idea había sido suya. Todo estaba arreglado.”


Me estremecí al pisar las heladas baldosas descalzo, pero no me detuve hasta llegar a la puerta de la cocina, donde una luz se filtraba por la rendija de abajo. Abrí con cuidado y asomé la cabeza, muy nervioso.


-¿Hola?-Pregunté asustado.- ¿Hay alguien ahí?

-¡Joe!

-¿Sofía?


Ahí estaba ella, en la puerta del refrigerador, llena de crema alrededor de su boca.


-¿Qué haces despierto aún?-Me interrogó.

-Supongo que lo mismo que tú. Lindo bigote.-Dije, apuntando a mi boca para avisarle dónde estaba.

Se limpió inmediatamente, avergonzada. Oímos un ruido, como un gruñido doble.


-Fui yo.-Se disculpó, sujetando su estómago.

-Y yo.-Confesé, coronando la graciosa escena.


No pudimos evitar reírnos. Todo era muy confuso y cómico. En la oscuridad, nuestra risa mezclada con el hambre nos hacían olvidar la discreción que se suponía debíamos tener.

Sofía me acalló se inmediato.

-Recuerda que mis padres están durmiendo arriba.-Susurró.

Me indicó que cerrara la puerta. Después, abrió el refrigerador. La sensación térmica pasó inmediatamente del calor veraniego de la noche a una agradable atmósfera tibia. Un aroma achocolatado atrajo mi atención a unos trozos de brownie dentro del refrigerador. Me abalancé sobre ellos; o lo habría hecho, si Sofía no se hubiera interpuesto entre el refrigerador y yo.


-¡Joe!-Me reprendió.-¡Hay que tener cuidado de que no se note que sacamos algo!
-¡Pero tengo hambre!-Yo me quejé.

-¡Yo también, pero no por eso te vas a zampar toda la comida del mes!

Había dado en el clavo. En ese momento, con todo eso ahí a mi alcance y la molestia del vacío estomacal, me sentía capaz de comerlo todo.


-¿Y entonces qué haremos?

-Te enseñaré un sencillo truco para que no se den cuenta. Yo lo llamo "Picoteo Inteligente"

-¿Y eso qué es?
-Bueno, buscas por la cocina cosas que te gusten, y sacas de a poco, o sacas comida que ya no haga falta. Comes mucho, variado, y al día siguiente todo sigue tan normal que ni Sherlock Holmes se daría cuenta de que falta algo.


Hablaba como una experta.

-Guau, eso es tener práctica.-La halagué.

-Sí, lo hago a menudo. Ahora, manos a la obra.

Siguiendo su técnica, nos tomó un par de minutos elegir las cosas y las cantidades exactas, y terminamos subiendo a su habitación con una bolsa mediana de supermercado llena de un surtido de galletas, chocolates, y, por qué no admitirlo, también dos trozos del brownie del refrigerador, uno para ella y otro para mí. Descargamos todo en su escritorio, y con el mayor sigilo posible, traje una pesada mesa de plástico y metal de la habitación de al lado. Sofía volvió a bajar y trajo dos botellas, una de Coca Cola, y otra de agua, dos latas y queso.

-No creo que esto sea realmente un "picoteo".-Bromeó al llegar. Se sentó en la cama y acercó la mesa.

-Sí, es cierto.-Admití. Pasé las cosas a la mesa, y me senté a los pies de la cama.

Abrimos una bolsa de malvaviscos que Sofía trajo diciendo: "Eran para el colegio, pero ahora que ya terminó, a mi mamá no le importará que lo comamos." Ella tomó su teléfono y encendió una pequeña linterna incorporada al aparato para iluminarnos.


-Es lo único interesante de mi celular.-Dijo, adivinando mi interés en el accesorio.
-Y...-Comencé, buscando un tema de conversación.-¿Qué crees que suceda después de...? Ya sabes, toda esa tontería de Ferguson y la estafa.

-No tengo idea-Respondió, hurgando en un cajón de su mesita de noche. Sacó un objeto rectangular, de color rosa, y lo conectó a unos parlantes.-, pero creo que Nick tiene un plan.
-Sí, yo también lo creo.

-¿Te gusta Magnificent?
-¿De U2? ¡Es excelente! ¿La tienes?

-¡Claro!
-¿Y Use Somebody, de Kings of Leon?

-También. ¿La escuchamos?




-...Off in the night...-Cantaba ella.

-...While you live it up...-Cantaba yo.
-...I'm off to sleep...-Cantaba de nuevo ella.


Debo reconocer que hacíamos un buen dueto. Habíamos escuchado Magnificent, Use Somebody, un par de canciones chilenas como Morir De Amor, Dulce y Nada Nuevo Bajo El Sol, y de nuevo Use Somebody. Teníamos gustos parecidos, tanto en música como en comida. Devoramos los malvaviscos y el chocolate, peleamos por las gomitas de dulce, y ambos rechazamos las galletas con mermelada, aunque eso fue sólo por su influencia.

-¿La oímos de nuevo?-Pregunté cuando terminó.

-Joe, sería la tercera vez.
-¿Y qué? Estamos solos.


Lo pensó unos segundos.

-Cierto.

Y la colocó de nuevo.


-Oye, Joe...
-¿Qué?

-Yo quería...

Dejó la frase en el aire, retractándose.


-¿Qué ibas a preguntar?
-Nada, no importa.

-Sofía...
-No, en serio. No dije nada.

-Claro que sí.
-No.-Discutió.

-Sí.
-No.

-No.-Dije esta vez.
-Sí.

-¡Caíste! Ahora desembucha.
-¡Me engañaste!

-Pero la incauta fuiste tú.

Abrió la boca para contestar, pero no dijo nada.


-Te odio.-Me susurró.
-Qué lástima. Me estabas cayendo tan bien...-Dije con ironía, para enfadarla.


Me dirigió una mirada cargada de rabia.

-Y, si no me equivoco-Seguí.-, yo gané. Habla.


Dejó caer su cabeza en la almohada, y se cubrió con las sábanas hasta la frente. Escuché un no ahogado por ahí, obviamente dirigido a mí. No le presté atención y seguí insistiendo.

-Vamos, dilo.

-No.

-Tienes que hacerlo.
-¿Por qué, ah?


Muy bien, hacer que hablara era un caso perdido. Traté de cambiar el tema.

-Explícame qué hago durmiendo en esta casa. Se suponía que iba a quedarme en la casa de tú…

-Lalita.

-Eso. ¿Qué hago aquí?


Salió de su escondite y se volvió a incorporar en la cama, preparándose para una larga explicación.


-¿Sabes-Comenzó, apuntando a la pared que separaba su habitación de la de al lado.-, de quién es la habitación en que duermes?

-No.

-De mi hermanita menor, Francisca.

-¿Tienes una hermana?

-Sí.

-¿Y por qué aún no la he visto?

-Larga historia.
-Pareciera que toda tu vida fuera una larga historia. No dejas de decirlo.


Sofía trató de ignorar el chiste, pero se rió por lo bajo.


-Es muy confuso. Cuando llegamos de la casa de Camila ayer, no la viste porque mi mamá la había llevado al doctor, y luego la trajo directamente aquí. En seguida fue por

mí a la otra casa. Tú te quedaste ahí.

-Entiendo.

-Al día siguiente, o sea, hoy, me llevó a clases y fue con mi hermana a tomarse unos exámenes que faltaban. Entonces, cuando ya habían terminado, mi lalita te trajo aquí y fue por ella a la clínica. La llevó a su casa y ahora sigue ahí. Está usando la habitación en que dormiste ayer, y por eso estás aquí y aún no la has visto.

-Guau. Qué lío.

-Lo sé.

-Otra de esas “largas historias”, y creo que me harás explotar la cabeza.


El comentario dibujó una sonrisa en la cara de Sofía.


-Sí, siempre hay enredos así.


Luego de eso vino un largo e incómodo silencio, solamente interrumpido por la música. A los segundos, Sofía emitió un ruido de grillo que me hizo desternillarme de risa.


-Odio este tipo de silencio.-Dijo.

-Sí, siento que no tengo nada que decir. También lo odio.


Ese silencio se volvió reflexivo, y dejó de desagradarnos más. Eché un vistazo rápido a la habitación. Ahí, bajo su ventana, un instrumento me llamó inmediatamente la atención.


-¿Tocas la guitarra?



Relata Sofía



-¿Qué?

-Que si tocas la guitarra. Hay una ahí, bajo la ventana.

-No. Yo no puedo tocar la guitarra.

-Claro que puedes.

-Te digo que no.

-¿Por qué yo puedo y tú no?

-No lo sé, sólo... Sólo lo sé, ¿Bien?
-Dame tu mano.

-¿Qué?


Sin aviso previo, tomó mi mano entre sus dedos como una ráfaga y la examinó exhaustivamente.


-Veamos... Dedos largos y delgados...


Siguió con mis yemas.


-Suaves y delicadas.


Me miraba como un caso perdido.


-Quizás tengas razón, Sofía. Se ve muy mal.

-¿En verdad?-Pregunté abatida.


Joe se rió de mi reacción.


-Claro que no. Al contrario, hay potencial.

-¿Ahora sí en verdad?


Él asintió.


-Aunque te sea difícil al principio, no hay nada que no se arregle con unas buenas lecciones, y mucha paciencia.

-Eso me falta.

-¿Lecciones?

-Y paciencia.


Mi comentario lo hizo sonreír.


-¿Tocas algún otro instrumento?

-Un poco de teclado.

-¿Hace cuanto?

-Hace casi un año. Mi primer teclado lo recibí en Navidad, pero no es muy bueno, así que pedí uno mejor para este año.

-¿Y la guitarra de dónde la sacaste?

-Es de mi lalita. Cuando se cambió de casa la dejó aquí, y yo la tengo ahora.


Bajé la cabeza un instante para indicarle que ya no quería más preguntas.


-¿Por qué no habías tomado clases? Tienes los instrumentos y las ganas.-Me increpó susurrante, convenciéndome de que no entendía mi indirecta.

-¿Quieres que sea sincera?

-Lo apreciaría bastante.-Respondió asintiendo.

-No quería que mi mamá se enterara de que quiero aprender a tocar.

-¿Pero por qué?


Callé.


-¿No confías en ella?-Preguntó, acercando su cara a la mía.


Negué con la cabeza.


-¿Por qué?


Al contrario de lo que cualquier persona en su sano juicio haría, yo sonreí.



Relata Joe



-Bueno, siempre he sido muy independiente. Tengo una especie de extraño sueño de libertad.

-¿Cómo es eso?


Ella desvió la vista hacia el firmamento en la ventana. En sus ojos brillaba una expresión de... ¿Esperanza?


-Algún día, no sé cuando, pero algún día me iré de aquí. Viajaré a Estados Unidos, estudiaré en la universidad y me valdré por mí misma. Y no voy a regresar.-Dijo, mirándome.

-¿Te irás de un lugar tan genial como este?

-¿Genial?-Repitió, casi en tono de burla.-Si supieras todo lo...


No logró seguir.


-¿Saber qué?


Hizo una mueca, como diciendo: "Hablé de más"


-No importa.-Dijo cortante.


Volvió a tenderse en su cama, esta vez más seria y sin ganas de hablar.


-Dijiste que confiabas en mí. Y ya me has ocultado cosas hoy.

-Todas esas son cosas sin importancia.


Cerró sus ojos y trató de dormir, ignorándome.


-A mí me importan.


No pude notar si abrió los ojos o no. Sólo vi cómo se estremecía al oír eso, incluso sin haber estado moviéndose.


"Pude entender cómo se sentía en ese momento. Yo no tenía idea de nada; no sabía realmente qué era lo que me importaba tanto. Ni siquiera sabía porqué me importaba. Pero, en el fondo, había una palabra para todo eso. Algo que podría explicar todo ese dolor que veía en sus ojos. Y el rechazo a su propia vida. Y su timidez. Y todo eso. Pero no me atrevía a decirla."


-¿En verdad te importa?


Asentí. Ella se levantó despacio.


-Guau. Sólo hay dos personas a las que les ha importado todo eso además de a ti.

-¿Quiénes? Ah, claro...

-Camila y Catalina. Mis mejores amigas. Se han quedado conmigo toda la vida, defendiéndome.

-¿De qué?


Ya tenía una sospecha, pero debía confirmarla.


-De mis compañeros.


"Han sido crueles conmigo desde hace ocho años. No me maltratan físicamente, pero me excluyen y me hacen sentir muy mal. Me dicen cosas, o me dañan con su silencio. En verdad no son todos, pero ya lleva tanto tiempo siendo así que ya no puedo evitar generalizar. Me han vuelto lo que soy ahora: No hablo con nadie de lo que hago o pienso. Tengo miedo de que me rechacen los demás también. Para ellos nunca tengo buenas ideas, ni vale mi opinión."


Sus ojos se humedecían al hablar.


-Antes le pedía ayuda a mi madre; siempre decía que haría algo. Que hablaría con sus padres o con mis profesores. Trataba de hacerme sentir mejor alabándome, diciéndome cosas lindas de mí, pero ¿Cómo iba a creerle con tanta gente convenciéndome de lo contrario todos los días de mi vida?


"Pronto dejé de creer en ella. Nunca me ayudó como lo necesitaba. Muchas veces buscaba soluciones diferentes, como cambiarme de colegio o enviarme al psicólogo para convencerme de todo lo que me decía. No quería cambiarme de colegio. Las burlas eran todo lo que conocía, y no creía que podría ser diferente en otra parte. Y los psicólogos no servían tampoco. Me examinaban un par de meses, y luego decían lo mismo que mi mamá: No hay nada malo contigo, el problema es el colegio, tienes que salir de ahí. ¡Vas a estar bien!"


Ya no podía contener su rabia.


-Ellas eran lo único bueno en mi vida. Siempre estaban conmigo. Ellas eran mejores para relacionarse que yo. Podrían haberme dejado y seguido adelante. Pero nunca me dejaron sola. Me defendían cuando los demás me trataban mal, trabajábamos juntas en el colegio, en las actividades en grupo, cuando nadie se juntaba conmigo. Me hacían sentir... Normal.


Sonrió al recordar.


-¿Sabes cuánto les debo? Si no fuera por mis amigas, quizás esta historia hubiera terminado hace años.


Eso me impactó.


-Tú...

-Sí. He pensado en el suicidio.


"Ése fue mi peor año. Tenía apenas nueve. Era muy pequeña para saber qué era eso. Sólo sabía que era matarse a sí mismo. Creí que podía terminar con todo. No fueron reales intentos. Era mi manera de expresar que si no terminaba pronto, quizás algo de verdad sucedería conmigo. Subía los casilleros y saltaba de ellos. Siempre caía de pie. A veces me amarraba toallas y tiraba de los extremos, llorando, cuando nadie me veía. Nadie lo sabe. Nadie lo supo jamás."


Tomó mi mano.


-Esto no lo puede saber nadie. Prométemelo.


Sequé sus ojos con mi pulgar.


-Lo prometo.

-¿En verdad?

-Palabra de explorador.


La hice reír con mi comentario.


-Sí, claro. Tú, un explorador.

-¿Por qué hablas de todo esto como si fuera pasado? Sé que te gustaría que fuera así, pero...

-Es que ya es pasado.

-No entiendo.

-El próximo año comenzaré en otra escuela.

-¿En verdad?

-Sí.

-Pero tú dijiste...

-¡Ya sé lo que dije!-Gritó bruscamente.


Su reacción me asustó. De inmediato ella se arrepintió de gritarme.


-Eso es parte de unos meses que las tres quisiéramos olvidar. Te lo contaré algún día, lo prometo, pero ahora ya es suficiente por una noche.


La miré fijamente.


-Muy bien.


Se dejó caer en su cama por última vez, sonriendo levemente.


-Buenas noches.


Aparté la mesa de la cama, me acerqué a ella y acaricié su mejilla.


-Buenas noches.


Ella me sonrió.