27.6.09

Capitulo 14 : El comienzo de una amistad

Relata Sofía


Calentamos la comida que mamá había dejado en el refrigerador, almorzamos, y luego vino un rato en que no tuvimos la menor idea de lo que haríamos el resto de la tarde. Además, el calor a esa hora de la tarde era realmente insoportable, y ya tenía el cerebro derretido, creo, porque no se me ocurrió nada.
-¿Que es lo que haces a esta hora?-Preguntó Joe, arrastrando las palabras.

Joe parecía estar a punto de ser la primera persona de la historia en morir, literalmente, de aburrimiento. Era gracioso verlo, porque estaba sentado de cabeza, con la espalda en el asiento del sillón y las piernas en el respaldo, tratando de pensar en algo.

-Bueno...-Pensé.-Generalmente uso la Internet hasta que el sol baja un poco. Y luego...
-¿Luego qué?
-Doy un paseo en bicicleta por toda la villa.

Al oír eso, una inyección de energía le llegó a Joe, quien se enderezó de un salto en el sillón.

-Entonces hagamos eso.-Dijo con una sonrisa.
-¿Hacer qué?
-Salir en bicicleta. Me parece una buena idea.
-Es que yo siempre tengo buenas ideas.
-Sí, claro.-Murmuró irónico.
-¿Tienes una bicicleta que me prestes?
-Está la de mi papá. La morada de allá. La roja es mía.
Sacamos las dos bicicletas, pero cuando estábamos en la calle recordé que había dejado la llave de la casa adentro. Entramos a buscarla, pero cuando salimos vi a alguien doblando en la esquina. No le presté mucha importancia, aunque me pareció extrañamente familiar.

-¿Que estás viendo?-Me había quedado mirando hacia la esquina, y Joe me sacó de mi sopor.
-Eh... Nada. ¿Vamos?
-Sí.

La villa es enorme. Nos tomó un tiempo recorrerla completa. Pasamos toda la tarde montados en las bicicletas. Antes de partir, habíamos hecho una competencia de quien duraba más tiempo sin usar los frenos. Hasta ese momento íbamos empatados. De repente, llegamos al punto más empinado de la calle y se nos ocurrió lanzarnos hasta el final. Fue increíble, pero jamás pensamos en lo que pasaría después.

El viento nos golpeaba en el rostro con la fuerza de una caída libre. Ambos soltamos los brazos de la bicicleta y los abrimos, tratando de capturar la mayor cantidad de aire. Era maravilloso. Vi a Joe a mi lado, con los ojos cerrados, disfrutando al máximo el paseo.

Cerré también mis ojos. Me volví completamente ajena al mundo. Ya no había autos, no había casas, no había representante ni personas escondidas. Sólo había aire, una bicicleta y yo. Y mucha paz.

-¡Sofía!-Escuché.

Esa voz hizo eco en mi silencio. Sólo la ignoré.

-¡Sofía, abre los ojos!-Insistió.- ¡Vas hacia la calle!
-¡¿Qué?!-Grite, abriendo los ojos.

Y lo vi todo.

Me aproximaba a la avenida a gran velocidad. Montones de autos pasaban por ahí cada minuto. Si no lograba detenerme pronto, quizás terminaría siendo parte del pavimento.

-¡Detente!-Gritó Joe desde atrás mío. Traté de detenerme, pero la bicicleta no respondió.
-¡No funciona!-Le avisé.

La adrenalina recorrió mis venas haciéndolas hervir. Escuché como Joe pedaleaba para alcanzarme y hallar una forma de cambiar mi destino.

-¡Dame tu mano!-Dijo, cuando finalmente llegó a mi lado.

La extendí, pero un auto pasó por entre nosotros y lo hizo apartarse. A mí ni me rozó. Vi hacia delante y me di cuenta de que sólo había una brecha de tres metros entre la calle y yo. Volví a cerrar los ojos, esta vez para resignarme a lo que se aproximaba.

“Vi lo que faltaba. Lo que me quedaba por vivir. No valía la pena ponerse a recordar. Vi lo que se suponía que pasaría si lograba sobrevivir. Llegaría a casa, sana y salva.

Vi un concierto y una fiesta.

Vi nieve y un hospital.

Vi una playa y un festival.

Vi un baile y un balcón.

Vi a Joe a mi lado.”

Sentí el impacto de algo en mi costado. Mi cuerpo azotando en el pavimento. Luego, silencio.



Desperté con un dolor en mi cabeza y un bulto rodeándome en mi espalda. Para mi sorpresa, estaba tibio. Y suave. Y yo estaba aún tendida en el pavimento.

Oí un gemido de dolor a mi lado. Y luego, el bulto atrás mío se comenzó a mover. Me aparté asustada y vi a Joe, también en la calle, adolorido, pero a salvo.

Como yo.

-¿Joe? ¿Pero qué…?
-Tus frenos.-Dijo, con un tono quejumbroso.-Estaban cortados.

Desvié la vista hacia las bicicletas, que estaban un metro más atrás, y observé que tenía razón.

-¿Qué pasó? Creí que… Que yo…
-Que te atropellarían, ¿Cierto?
-S… Sí.
-Te alcancé antes de llegar a la calle. Me lancé hacia tu costado para frenar el avance y caímos de las bicicletas.
-Tú… ¿Me salvaste?
-Bueno, si lo quieres poner de esa forma, sí.

Le sonreí. Él me correspondió.

-Gracias.-Murmuré.

Un destello rojo atrajo mi atención hacia su tobillo.
-¡Estás sangrando!-Exclamé.

Joe observó también, despreocupado.

-Ah, no es gran cosa. Sólo un raspón.
-¿Te duele?
-Un poco.
Saqué un pañuelo de mi bolsillo y lo amarré en la herida.

-Eso parará la sangre por ahora.
-Guau, gracias.

Lo miré a los ojos y vi su gratitud.

-Creo,-Dijo.-que deberíamos ir a casa.
-Sí, tienes razón.

Nos levantamos del suelo, y su teléfono sonó. Reconocí la canción de inmediato.

-¿Tienes “Just Want You to Know” en tu celular?
-Eh… Sí.-Admitió avergonzado.
-¡Genial! ¡Adoro esa canción! Mejor contesta antes de que se corte.

Hizo lo que le dije. Escuché una voz suave que provenía del otro lado.

-¿Te gustó la sorpresita, Joseph?
-¿Tú? ¿Qué quieres, Chris?
-Tu amiguita no debe verse muy linda aplastada.
-Lamento decirte que no funcionó mucho.
-Te estás metiendo con fuerzas que no puedes controlar, Joseph. Sé perfectamente dónde estás, sé lo que haces. Ni tú ni tus hermanos podrán escapar.
-Eso lo veremos.
-Hasta luego, Joseph.-Dijo, y cortó.

Él guardó su teléfono en el bolsillo, y tomó su bicicleta del piso.

-¿Quién era?
-No importa.

Se volteó para dirigirse a casa.
-Era él, ¿Cierto? Tu representante.
-Él cortó tus frenos.-Murmuró molesto

Comenzó a caminar lentamente.

-Joe…-Dije.

Paró.

-No debemos arriesgarnos tanto, Sofía.

Volteó para verme a la cara.

-La próxima vez él será más precavido, y quizás no tengamos la misma suerte. Debemos cuidarnos. Por eso estoy aquí, contigo.-Caminó hasta estar enfrente mío, y me tomó por los hombros.-Ahora no es sólo problema mío y de mis hermanos. Ahora las involucra a ustedes, y no queremos que les pase nada. ¿Entiendes a lo que me refiero?

Asentí. No tenía palabras.

-Ahora volvamos a casa.-Me dijo, y sonrió.

Lo abracé.

-Gracias por todo.-Le susurré. Él me rodeó con sus brazos.


Relata Joe


Caminábamos a casa cuando el sol ya se ocultaba por entre los tejados de la villa, formando hermosos colores en el cielo. Veníamos riendo y bromeando. Incluso ya casi parecía que no había pasado nada.

-…Pero nada se compara con la gira “Burnin' Up”. Fue genial.-Contaba yo.
-¡Sí! Vi videos de la gira en Estados Unidos por Internet. Oye…
-¿Qué?
-¿Cómo eran esas mangueras gigantes?
-¿Cuáles?
-Ya sabes, esas que lanzaban espuma.
-¡Ah, sí!-Recordé.-Eran geniales. En una ocasión traté de darle a Kevin con una de esas.
-¿En verdad?-Preguntó ella, riendo.
-No. Pero hubiera sido genial.
-Ya me imagino a Kevin cubierto de espuma.

Ambos reímos imaginando la escena.

-Sí…-Suspiró ella, y bajó la cabeza.-Sería genial.

Me preocupó un poco su desánimo.

-¿Qué pasa?

Subió el rostro de nuevo cuando me escuchó.

-¿Qué? No, no es que… No pasa… No pasa nada.
-¿Estás nerviosa?
-No, claro que no.

Noté un tono de mentira en su voz.

-Sí lo estás.-Le dije.
-No.
-Sí.
-No.
-Admítelo.
-Bueno, un poco.-Miró hacia otro lado, evadiendo mis ojos.
-No debes estar nerviosa.
-Tú también estarías nervioso si estuvieras con…

Se detuvo.

-¿Con quién?
-Con… Eh… Ese tipo que estuvo a punto de matarme.

Sabía que no era cierto, pero tenía razón de todas formas.

-Sí. Es…
-Horrible.-Terminó ella.

Vi como la entristecía el recuerdo de su casi-accidente.

-No importa. Ahora estamos a salvo aquí, en…

No pude terminar la oración.

-¡¿Qué…?! ¡¿Qué paso?!-Gritó Sofía.

Nos asustó de verdad llegar y ver el estado de su casa. La reja abierta hasta atrás indicaba que algo andaba mal.
-¡Mi casa!-Susurró.
-¡Ven, corre! ¡Quizás sigan ahí!

Tomé su mano y la llevé como una bala hasta allá. Cruzar la puerta y entrar a su casa en serio daba miedo. Todo había sido registrado y estaba fuera de lugar. Las plantas volcadas, los libros del librero yacían en el piso, algunos con hojas menos. La cocina no se había salvado mucho. Los cubiertos estaban esparcidos por el suelo. Incluso había vasos rotos en el piso.

-¡Mi habitación!-La oí decir, antes de lanzarse a la escalera y subirla corriendo como loca.

Siempre hay un pequeño porcentaje de riesgo si entras a una casa que acaba de ser azotada por un desastre. Esta no era la excepción, sólo que en nuestro caso, había un 99,9% de posibilidades de que uno de nosotros se fuera encontrar con nuestra calamidad: Ferguson. Por suerte, ese no fue nuestro caso.

Pero sí fue una real calamidad.

Todas las habitaciones habían sido abiertas y parecían saqueadas, o al menos parecía faltar algo. Las camas estaban deshechas y la ropa de los cajones tirada. Todo indicaba que habían robado en todas partes algo diferente, pero había algo que no me calzaba.

Dejé de escuchar mis pensamientos y me fijé en el ruido ambiente. Era un ligero silencio roto sólo por unos débiles sollozos que venían desde la habitación de Sofía. Entré a verla, preocupado, y la hallé arrodillada en el piso, sosteniendo un montón de papeles a medio romper.

-Destrozaron… Todo…-Decía. Me agaché y puse una mano sobre su hombro.
-¿Qué hicieron?

Ella me entregó un par de hojas.

-Estas hojas son importantes. Se ven como si sólo fueran un montón de basura, pero no lo son. Son…

Dejó la frase en el aire.

-¿Qué son, Sofía?-La retomé, tratando de saciar mi curiosidad.

Negó con la cabeza.

-No puedo… No puedo decírtelo.
-¿Por qué?
-Es personal.

Leí un par de frases en las hojas que tenía en las manos. Reconocí la que parecía su letra, cambiante y desordenada como ella, junto a otros párrafos escritos con otras letras. No parecían canciones, así que desistí de buscarles un ritmo. Eran más como una...

-Es nuestra novela.-Dijo.
-¿De qué hablas?
-Es la historia que escribimos mis amigas y yo.

Me sorprendió lo fácil que había sido para ella confesarlo todo.

-Dijiste que era personal.-Le hice notar.
-Sí, pero...
-¿Qué?

Sus ojos se conectaron con los míos.
-No lo sé, es... Diferente. Me cuesta mucho hablar de todo esto.

Indicó al montón de papeles en el piso.

-Pero,-Siguió.-contigo es diferente. Yo... No sé qué sea, pero, contigo... Contigo puedo hablar y expresarme, y no me siento mal o avergonzada. No es como con mis padres, o cualquier otra persona. Contigo, Joe... ¡Sólo sale de mi boca!

Me sonrió.

“¿Saben? Esa tarde aprendí una gran lección. Las almas gemelas no son sólo los novios o las personas destinadas a pasar todas sus vidas juntas y bla, bla, bla. Son dos personas que se complementan y confían la una en la otra. Pueden ser parientes, amigos, ¡Incluso enemigos! Esas son, fueron, y siempre serán las verdaderas almas gemelas.

Y era hora de ayudar a la mía.”

-¿Sabes? Creo que podríamos recuperar todo esto.
-¿Cómo?
-Con tu computadora. Es cosa de pasar todo a archivo. Pero tienes que dejarme leerlo para pasarlo.

Desvió su vista, pensando por unos segundos.Luego me entregó el resto de las hojas.

-Claro.-Susurró.




-Jamás imaginé que podrían escribir algo así.-Confesé asombrado.

Lo que dije sonrojó a mi amiga.

-Sí, creo que tenemos talento en eso.-Reconoció, un poco avergonzada.-Ustedes tres también son excelentes compositores.
-No es nada. Nick hace casi todo el trabajo y, siendo fan, creo que estás al tanto de eso.

Asintió con la cabeza.

-Tener un villancico en las radios a los doce años no debió ser nada fácil de lograr.
-Para él sí. Todo lo que escribe casi siempre termina siendo un éxito. Es un talento natural.
-Bueno, pues casi todo lo que nosotras escribimos termina así.

Apuntó al montón de hojas medio rotas que yacía sobre el escritorio.

-¡Oye, lo nuestro tampoco es muy diferente! ¡Mira esto!

Saqué de mi bolsillo una hoja arrugada y con borrones.

-Ésta-Dije, poniendo énfasis en la palabra y agitando la hoja.-es nuestra nueva canción, y futuro éxito rotundo, Much Better.
-Tienes razón, no es muy diferente.

Comenzó a reír.

"Oh, vamos, qué risa más contagiosa."

-Está escrita con la letra de nosotros tres, manchas de comida, de café, está arrugada y sucia. Y, aún así, sabemos que va a destacar.
-¿Puedo verla?
-Claro. Pero cuídala.-Bromeé.

Risas de nuevo.